Ni segurxs, ni libres. En busca de Taz
En los últimos dos meses nuestras vidas han tomado un giro radical, viéndonos prácticamente la mayor parte de la población en estado de confinamiento e incertidumbre continuos.
Vuelve a salir a flote la vieja y falaz dicotomía entre los conceptos de libertad y seguridad. Todxs vemos cómo se han reducido nuestras libertades en pro de contener al “enemigo” invisible (esta vez no se “combate” a un grupo terrorista, ni a otros Estados). Desde el comienzo de esta situación, que está originando una crisis profunda que pagaremos lxs de siempre, el lenguaje bélico ha predominado en el imaginario cultural. Solo hay que pararse a escuchar los comunicados de los distintos líderes (de todo el mundo) respecto la crisis sanitaria del COVID-19.
Hemos visto cómo se han otorgado plenos derechos y libertades a quienes consideramos como esbirros del Estado, sus órganos de control: las fuerzas armadas, la guardia civil, la policía...
Hemos visto cómo en el Estado español se han implementado medidas digitales de supervisión y control de la población a través del rastreo de más de 40 millones de teléfonos móviles.
Hemos visto una vez más la infantilización de la sociedad por parte de sus gobernantes. De nuevo las formas paternalistas que han adoptado los dirigentes, más que posibilitarnos madurar como población, lo que han ocasionado es la polarización e individualización de los sujetos.
Lo más alarmante ha sido contemplar cómo nuestrxs vecinxs y conocidxs se convertían en lo que se ha denominado “policía del balcón”. En mi barrio tiene otro nombre: chivatxs.
Divide y vencerás.
Nosotrxs, como agentes solidarios, no podemos quedarnos de brazos cruzados ante esta situación.
No nos sentimos ni segurxs, ni libres.
No sentimos ningún tipo de seguridad sanitaria cuando vemos que el gasto militar se dispara, mientras no alcanzan los EPI´s en los hospitales y residencias de mayores.
No sentimos ningún tipo de libertad de decisión sobre nuestras vidas. Esta situación no es nueva. Hace tiempo que nos quitaron cualquier certeza para poder orientar nuestros caminos vitales.
No pueden desposeernos de libertades de las que no gozamos; no pueden brindarnos la estabilidad que dicen porque ellos, que velan por nuestra seguridad, son la principal amenaza.
Nos toca reconsiderar nuestras prácticas y estrategias de lucha para romper la dicotomía que señalamos al principio. Necesitamos una intensificación asociada con la revuelta sin conducir necesariamente a su violencia y sacrificio, ir un paso más allá del sistema, o sencillamente en otra dirección.
Lo que proponemos para romper la relación binaria que nos han presentado como libertad-seguridad es construir lo que conocemos como Zonas Temporalmente Autónomas (TAZ); “una forma de sublevación que no atenta directamente contra el Estado; una operación guerrillera, que libera un área -de tierra, de tiempo, de imaginación- para luego disolverse y reconstruirse en otro lugar y tiempo, antes de que el Estado pueda acabar con ella”.
Ocupar áreas clandestinamente donde poder continuar con los propósitos subversivos con relativa tranquilidad. Lo que viene a ser, lo mismo a retomar nuestras libertades en pos de una falsa seguridad que ni si quiera existe.
Parte de la población, cuando sale a la calle teme más a una multa o acabar en el cuartel detenida, que a contagiarse del coronavirus.
El Estado no confía en nosotrxs; nosotrxs no confiamos en el Estado. Conocemos nuestro mapa mejor que ellos, démosle la vuelta.
Recuperemos la imaginación.
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