Por una escalada de la lucha obrera

 La celebración del 1 de Mayo como día Internacional de los Trabajadores tiene su origen en 1890, cuando se decidió conmemorar a los Mártires de Chicago, represaliados en 1886 como consecuencia de la revuelta de Haymarket durante las movilizaciones que siguieron a la huelga general convocada en todo EE.UU. el 1 de mayo de ese año para obtener la jornada laboral de 8 horas. Ese mismo año, el 1 de mayo el Estado español vio una de las primeras grandes huelgas por las 8 horas. cuando 20mil obreros de Vizcaya declararon la huelga general. 


Es evidente pues, aunque conviene recordarlo, que el 1 de mayo es una jornada de lucha de la clase obrera, no una jornada laboral (como pretenden algunas empresas), ni mucho menos una simple jornada festiva como pretenden vender los gobiernos burgueses y sus cómplices necesarios, los sindicatos  mayoritarios, para que nadie ponga en cuestión su preciada
paz social.       

Este ejercicio es más necesario, si cabe, en el actual escenario en el que un virus, y la crisis sanitaria que ha traído aparejada,
ha servido de catalizador de una crisis económica, que ya se venía anunciando y, que muestra el problema estructural del sistema capitalista que cada vez necesita más vidas proletarias para asegurar su beneficio  y perpetuación.

Las medidas adoptadas tras el decreto del Estado de Alarma el 13 de marzo para combatir la crisis sanitaria del COVID-19, han dejado bien claras quienes serán lxs sacrificadxs para pagar la factura derivada de esta situación.

Dichas medidas han tenido la clara intención de salvar la “economía nacional” preservando la economía de las grandes empresas mientras se dejaba en la miseria a la clase obrera. La limitación de movimientos decretada para la población tenía la salvedad de permitir los desplazamientos para contribuir a la productividad empresarial. Solo cuando esto se demostró contraproducente para frenar los contagios, y parte de estxs obrerxs realizaron plantes en sus puestos de trabajo demandando equipos y protocolos de seguridad, se promulgó un cese de toda actividad no esencial. Pero todo esto ya no importa, porque la maquina de hacer dinero parece que se está gripando.


Resulta evidente que los sectores económicos, beneficiados o no por esta crisis, intentarán sacar el máximo provecho posible al futuro escenario y esto solo se puede hacer de una manera: precarizando aún más las condiciones de vida y trabajo de la clase trabajadora.  Esta crisis ha dejado patentes algunas cuestiones que desde las organizaciones revolucionarias se han denunciado desde siempre. Ha caído el mito de la clase media. Los ricos solo se ocupan de sí mismos y de enriquecerse, los demás no les importan.

Lxs autnomxs emprendedores han constatado, de manera cruel, que no son otra cosa que la clase obrera que ha dado el paso a la autoexplotación como medio de vida. Lxs pequeñxs empresarixs se han revelado como lo que son: pretenden ascender hacia la burguesía explotando a sus iguales pero, que son lxs primerxs a lxs que deja caer la burguesía ante una convulsión.

Quien vive de su salario, por alto que pueda ser en una coyuntura, es parte del proletariado y debe defender sus intereses de clase porque seguirá su misma suerte tarde o temprano.        

El desmantelamiento del  “Estado del bienestar”, con mejoras obtenidas tras duras y largas luchas de la clase obrera y que ella misma sustenta con su trabajo, es evidente tras años de recortes y privatizaciones. Ya hemos podido comprobar, de la manera más dramática posible, la capacidad de respuesta que ha tenido la Sanidad Pública y los Servicio Sociales ante esta crisis.

Tras la crisis sanitaria, llegará la crisis económica para la que ya se nos está preparando, a la vez que se nos habla de la “desescalada” y la nueva normalidad. Se nos bombardea con noticias y bulos; se agita el fantasma de la ultraderecha al que en los últimos tiempos se ha dotado de una corporeidad de 52 diputados; se toman las calles mediante los cuerpos de represión del Estado y el ejército, a los que se les da manga ancha en su actuación, mientras se impide cualquier acto de los trabajadorxs y sectores populares que han confinado mediante el miedo y la culpabilidad; se infantiliza a la gente haciéndola dependiente de las instituciones y rompiendo las redes de solidaridad horizontal que puedan surgir. Senos anuncia un futuro igual pero un tanto peor. 

Esto supone claramente una ruptura absoluta del pacto social tácito que está en el origen de las sociedades democráticas capitalistas occidentales y que supuso la aceptación de la paz social por parte del proletariado. Bienvenida sea esa ruptura, si esto nos conduce a superar este sistema social de explotación, miseria... y pandemias.

Ante este panorama, que se cierne en nuestro futuro inmediato consideramos, ya no necesario, sino imprescindible la vuelta de la lucha obrera contra nuestros enemigxs de clase y la ruptura de la paz social.

Para ello, llamamos a la organización del proletariado, a través de las asambleas de los trabajadores y las trabajadoras, asambleas autónomas de clase, en curros, en los barrios, en las ciudades y en los pueblos; a la organización de clase independiente frente al modelo de concentración de los sindicatos mayoritarios y al asocianismo institucional que solo pretende reforzar el Estado capitalista burgués y desgastar la capacidad de lucha de la clase trabajadora.

Para ello, promovemos la creación y extensión de las CAJAS DE RESISTENCIA que sirvan de sostén y apoyo a la formación de asambleas y organismos de clase; cajas de resistencia que ayuden a sustentar y cubrir las necesidades del proletariado en lucha mediante la aplicación práctica de la solidaridad de clase.

El capitalismo, destruyendo el planeta y esquilmando los ecosistemas, es el causante del virus. Solo la clase obrera que soporta este sistema con su trabajo puede acabar con él.

¡CONTRA EL CAPITALISMO ASESINO!
ORGANIZACIÓN OBRERA, APOYO MÚTUO, ACCIÓN DIRECTA.

¡Por la solidaridad de clase, activa e internacional!
¡Por la lucha de clases!


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