| CRÓNICA | PRESENTACIÓN DEL LIBRO Feminismo anticarcelario. El cuerpo como resistencia de Alicia Alonso M.

El machismo no es una actitud o pensamiento individual. Se trata de una violencia estructural que se encuentra inmersa en todos los aspectos de la sociedad y que mantiene la subordinación e invisibilización de las mujeres. Es lo que conocemos como “patriarcado”. [...]

[...] No caigamos en mensajes punitivistas que proponen como única solución para acabar con las violencias que sufrimos las mujeres el endurecimiento de las penas de prisión o la cadena perpetua. No vale castigar cuando el mal está hecho, no vale obviar que existe todo un sistema que mantiene y genera e incluso se nutre de esas violencias, haciéndonos creer que es el estado natural de las cosas. Si no vamos a la raíz del problema, nunca acabaremos con él. [...]

 Marabunta. Autodefensa feminista.

 

Los días 30 y 31 del pasado mes de Mayo se llevó a cabo la presentación del libro recién publicado Feminismo Anticarcelario: el cuerpo como resistencia a cargo de su autora Alicia A. Merino. En Cuéllar tuvo lugar la presentación junto a Lucía Arranz (Plataforma 8M Cuéllar y actual concejala de IU) y en Valladolid por parte de Ana Arranz (OTEANDO - Observatorio para la defensa de los derechos y las libertades).

 


 

La exposición de Alicia puso de manifiesto en primer lugar, su postura abolicionista ante la cárcel apoyando la lucha del feminismo antipunitivista. Asegurando que para las mujeres y las disidencias sexuales y de género, la prisión es una herramienta más (sino la más brutal) del control y el abuso patriarcal sobre ellas. Pues la cárcel está diseñada por y para los hombres, en ella todo gira en torno a lo masculino. Las presas representan alrededor del 7% de la población reclusa en el estado español, una minoría que hace que sean las invisibles de un sistema de control y seguridad dirigido a los hombres. Por eso los recursos económicos que se dedican a ellas suelen ser ínfimos y precarios, las estructuras y espacios que se les reserva suelen ser inadecuados a sus necesidades, así como las políticas penitenciarias están dirigidas a preservar el rol femenino que el patriarcado destina a las mujeres: obedientes, pasivas y sumisas.

Primera, cuestión de clase. Coincide en que las condenas se dirigen a las personas pobres y racializadas y que la gran mayoría tienen delitos contra la salud pública y contra el patrimonio, o sea por tráfico de drogas y pequeños hurtos para ganarse la vida. Subrayó la doble condena que sufren las mujeres encarceladas, con múltiples paralelismos a este y al otro lado del charco, pues también ha trabajado en varios penales de Suramérica. Incluso, podríamos añadir aquí los penales destinados para las personas migrantes que llegan a destino, esos llamados CIE´s, donde se hacina literalmente a las personas que llegan del exterior en espera de su expulsión, por el único delito de no tener papeles. Consecuencia de una política de extranjería racista y xenófoba. Se castiga a la pobreza que tiene que migrar (o no), tanto en origen como en los lugares de destino.

Las diferencias internacionales entre penales al uso se observa a nivel de infraestructuras, medios, servicios o programas que puedan tener, porque el sufrimiento y la posición social de las reclusas son muy parecidos en todos. Su perfil común es el de personas pobres que la cárcel empobrece aún más. En el caso de las mujeres, además de ser pobres, son racializadas en su mayoría, de minorías étnicas, que muchas de ellas han sufrido violencia a lo largo de su vida y la cárcel continúa fomentándolo con esa violencia institucional.

Segunda, cuestión de género. Doble condena, como decíamos, en tanto deben cumplir la pena que se les impone por su delito y otra pena por ser mujeres que no se comportan como mujeres. A lo que se suman las dificultades de ser mujeres en un mundo de castigo masculino. Como por ejemplo la reproducción de los roles de género patriarcales en cuanto a las actividades que realizan allí y el comportamiento disciplinar que de ellas se espera por ser mujeres. De ellas se espera que sean sumisas, domesticadas, porque son transgresoras no sólo de la norma penal sino también de la norma social que les preparaba para otras ocupaciones de cuidados y responsabilidad familiar. La sociedad les enseña cómo deben ser: recatadas, obedientes… ¡Pero las presas son unas pecadoras!

En el estado español, hay 66 cárceles y 4 son exclusivamente para encerrar mujeres: Brieva (Ávila), Alcalá Meco mujeres (Madrid), Alcalá de Guadaira (Sevilla) y la cárcel de mujeres de Barcelona (Cataluña). Pero a pesar de ello, en muchas de las otras existen módulos específicos de mujeres. Que para colmo, suelen convertirlos en módulos de respeto.

Se puso de ejemplo los módulos de respeto, donde, como afirmaba también Lucía Nieto Rodríguez en su estudio al respecto (https://www.cnt.es/noticias/cuando-el-silencio-es-represion/), para las mujeres resultan ser “casas de corrección” al más puro estilo medieval. Su actitud, comportamiento y orden personal y social aparte de ser controlados por las propias compañeras (pues ese es el fundamento de los módulos de respeto, el que los grupos de presas se controlen a sí mismas) son premiados a cambio de beneficios penitenciarios. La opinión general de las que han pasado por aquí es muy negativa, mientras que hay casos en que los hombres ven con buenos ojos este aparato de autocontrol donde lxs presxs se controlan a sí mismxs por esas garantías de obtención de beneficios penitenciarios... ¿Será que esa fórmula carcelaria es menos exigente y coercitiva con ellos?

Se habló de maternidad en prisión, pues cerca de un 70% de las presas son madres. Según la ley se debería tener en cuenta este factor para decidir el destino de la recluida y alejarle lo menos posible de su entorno familiar... pero en la práctica no se aplica (ni que decir tiene los largos viajes que se meten las familias para ir a verles). De cómo se permiten crianzas de hasta los cinco años de los niños y niñas de las mujeres que dan a luz dentro de la prisión, según en qué país nos encontremos. O sea que no sólo se castiga a las madres, sino también a sus hijxs. Además, esa dispersión de cárceles de mujeres o de prisiones masculinas con módulos específicos repercute en su desarraigo familiar. Lo lógico es pensar alternativas como que se les permita criarles fuera y luego cumplir su condena o la vida en pisos tutelados. Mientras fuera se educa a las mujeres para ser madres, cuidadoras y esposas, la cárcel impide ejercer ese rol asignado por el patriarcado provocando crisis de identidad y  sentimientos de culpabilidad en ellas. También se denuncia la falta de un espacio adecuado para las comunicaciones y vis a vis familiares por no ser espacios idóneos para lxs peques.

  Otra cuestión de importancia es la enorme cifra de personas encarceladas con enfermedades mentales, más de un 40%. Lo cual tiene una relación directa con el índice de suicidios. Todxs coincidiremos en que la cárcel no es lugar para que nadie sea tratadx por una enfermedad mental, pero desde el fin de los centros psiquiátricos desde hace décadas, la cárcel es el lugar dónde han sido recluidos. La cárcel alberga personas "locas" y genera "locura" de por sí. Tratamientos farmacológicos, contenciones químicas y físicas, abandono... en lugar de apoyo social y psicológico.

    En muchos casos, las presas cargan con una culpa personal ante sus familias y comunidades debido a que su situación no era lo que se esperaba de ellas como mujeres, cuando no, por una especie de abandono o dejadez de sus funciones de cuidado hacia el resto de personas que les rodeaba. Al hombre no se le reprocha que abandone a su familia pues es el héroe, el fuerte que lucha por alimentar a su familia, el que se la puede jugar para salvar al resto… pero ese papel aún no está bien visto en la mujer. Ella debe sufrir, resignarse y obedecer a pesar de ser quien tire del carro en muchas ocasiones. Estas situaciones provocan frustración, impotencia y un sufrimiento brutal en ellas.

    Por el hecho de ser mujeres también tienen un tratamiento especial por parte de los carceleros (en su mayoría hombres) que se puede resumir en maltrato físico y psicológico y abusos sexuales. Este tipo de espacios o cualquiera donde existe una exagerada relación de poder y dominación de unas personas (generalmente hombres) sobre otras como son las comisarías, las guerras, los prostíbulos, las casas… representan la máxima expresión de la crueldad patriarcal hacia las mujeres y otras identidades diversas. A pesar de que haya quien siga negando la existencia del patriarcado, sus consecuencias más brutales saltan a la vista.

    Su relación con la violencia se muestra en diversas estadísticas: más del 80% de las mujeres presas han sufrido violencia antes de la comisión del delito; el 68% ha sido víctima de violencia sexual; el 59% de ellas sufrió violencia en el ámbito familiar y un 25% fue víctima de abusos siendo menor de edad. Existe una relación directa entre el hecho de haber sufrido violencia o maltrato y el historial delictivo de las mujeres encarceladas. Cuestiones que dado su carácter estructural, social y cultural no se quieren atajar por parte de las instituciones pues quizás ello haría tambalear los cimientos de esta sociedad. Por eso debemos estar ahí para denunciarlo, exigir medidas y crear estructuras que luchen por lograr cambios.

    La sumisión y jerarquización que caracteriza al mundo penitenciario no entiende de géneros. Pero en el caso de las disidencias sexuales la violencia y abusos que se ejercen sobre ellas son mucho más fuertes. En otros lugares, las personas trans están recluidas en espacios aparte dentro de módulos de hombres, una segregación de género en función del estado de su transición. Lo cual no respeta en absoluto su identidad, libertad y salud física y psicológica.

    También se habló de los cuidados que ejercen mayoritariamente las mujeres en prisión entre ellas debido a ese carácter adquirido vitalmente. Aún más en casos de mujeres politizadas y activistas previamente o tras su paso por el talego. Lo cual es extensible a todo el colectivo carcelario independientemente del género. Si de antemano eres una persona consciente y comprometida socialmente en luchas sociales, tu entrada en la cárcel te llevará por esos derroteros de apoyo mutuo y solidaridad, o al menos a intentarlo. La lucha abolicionista sobre la cárcel sólo puede triunfar de varias maneras: 

     - Amnistía general y cierre de los centros penitenciarios.

     - Derogación de todas las leyes penales que dictaminan que es delito y que no.

    - Llegar a una situación de igualdad social e inexistencia de clases donde nadie tenga que delinquir para sobrevivir. 

     - Destrucción del Estado.

Como las cuatro soluciones que planteamos resultan, desde la realidad actual un tanto distópicas, parece más lógico tratar de aportar herramientas que nos encaminen a alguna de ellas con la perspectiva puesta en la destrucción de las cárceles. No cabe otra que llevar a cabo acciones reivindicativas cuyo objetivo sea lograr mejores condiciones de vida para las personas que viven dentro de ellas: mejoras sanitarias, mejoras alimenticias, mejoras estructurales, reducciones de penas, excarcelaciones por causas adversas, obtención de permisos más rápido, denuncias por torturas… en esa lucha también es necesario (cómo ya se hace) batallar en la guerra de la información a la sociedad sobre que es realmente la cárcel, cómo funciona y por qué existe. Contra los prejuicios y tópicos que se han normalizado sobre la cárcel y las personas presas entre la mayoría de la clase.

Cabe decir, que el capitalismo, el patriarcado y la cárcel son indivisibles. Por ello, primero es necesario apoyar a los colectivos que luchan específicamente contra la cárcel (y por mejorarla en cierto sentido) por parte de aquellas personas y colectivos que buscamos un cambio radical (yendo a la raíz del problema) de esta sociedad. En segundo lugar es procurar que la lucha contra la cárcel y la represión sistémica que se ejerce desde ésta y el resto de instituciones gubernamentales sea un puntal (prioritario o no) para todos los movimientos sociales y políticos que luchamos por cambios estructurales y sociales en beneficio de la clase trabajadora. Que todos ellos se acuerden de las presas y por qué están allí. Pues la cárcel, como máxima expresión de la crueldad represiva estatal también amenaza al trabajo que hacen estos movimientos sociales, sobre todo a partir de la reforma de la ley mordaza que se hizo a finales del año pasado y que ha pasado desapercibida debido a la "buena labor comunicativa" de los medios de información convencionales de este buen gobierno que tenemos. Pues lejos de abolirla o reducir sus gravámenes, amplía los delitos, otorga mayores libertades a la acción policial y reduce las penas máximas a cambio de aumentar las mínimas (con lo que es más sencillo entrar en prisión), entre otras.

En ese camino, cabe resaltar un trabajo que es de todxs: luchar por los cambios culturales y educativos que se necesitan para combatir al patriarcado y así complementar estas luchas anticarcelarias para conseguir destruirlo (o sea, impregnarse de feminismo), así como explorar nuevas vías de resolución de conflictos dentro de nuestras comunidades y entornos más cercanos para acabar con esta extensión de lo “punitivo” para resolver cualquier problema social que han infectado la opinión pública desde el gobierno y los medios de des-información.

Entendiendo que la cárcel no resuelve el problema, que no reinserta. Que tan sólo representa la ocultación y el abandono de las ovejas que se salen del rebaño.

Necesitamos seguir creando conciencia entre la clase sobre el verdadero sentido de la cárcel y a quien beneficia, apoyar a las que luchan y sus familias y crear canales de comunicación dentro-fuera y fuera-dentro. Estas presentaciones y encuentros se realizan en este sentido. 

Apoya las manifestaciones, las marchas y los actos anticarcelarios. Por ti, por ella y por todxs nosotrxs.

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Si alguien quiere conseguir el libro Feminismo Anticarcelario: el cuerpo como resistencia de Alicia Alonso Merino podéis adquirirlo en Valladolid en los siguientes espacios:

🔍 Librería Sandoval: Plz. del Salvador, 6; Plz. De St. Cruz, 10.

 🔍 Café La Otra librería: C. de Juan Mambrilla, 19.

 

 




Información complementaria:

Otra crónica de las presentaciones

Entrevista a Alicia Alonso Merino en Radio Kuko sobre su trabajo

Programa de Radiofusión dedicado a la salud mental dentro de las cárceles

Propuesta de Autogestión de la Salud para lxs presxs

Programa en Radiolumbre sobre la Autogestión de la Salud en las prisiones

Audio de presentación de Feminismo Anticarcelario. el cuerpo como resistencia en La Villana de Vallekas

Manifiesto de las Familias Frente a la Crueldad Carcelaria

Cárceles y Punitivismo en Sobredosis de Soma de Radio Almaina

 

 

 

 

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